NOTAS CARTOGRÁFICAS DE SERVICIO PÚBLICO

sábado, agosto 22, 2009

Reflexiones sobre un graffiti


En una calle cerca al hogar está pared de lo que en algún momento de la historia fue un callejón, hoy demolido. Lo único que ha quedado es esa pared con sus entradas tapiadas ocn ladrillos pero lo que más llama la atención del sitio es una pintura mural del rostro de Jesús con la mirada encendida hacia el infinito.
Cada mañana paso por esa cuadra y me pregunto ¿quién habrá hecho esa pintura? Cuentan los vecinos antiguos del barrio, que hubo un tiempo en que toda la zona fue tierra de nadie, tierra liberada de vendedores de drogas y delincuentes comunes que se metían a las casonas abandonadas de la cuadra para consumir su desgracia. Y en ese breve infierno, la imagen del Cristo redentor. Y vuelvo a preguntarme, ¿quién lo habrá hecho? Dejo volar mi imaginación y se me presentan señoras y señores "pobres pero honrados" con la plena conciencia que lo que estaba pasando era muy malo y que debía haber algún símbolo del Bien que logre inspirar a tano joven descarriado a dejar los malos hábitos. ¿o habrá sido un ex-preso común, que se convirtió a la fe en el penal donde aprendió artes plásticas y quiso dejar un buen ejemplo para "los muchachos"? ¿O habrá sido todo eso junto? ¿o habrá sido fruto del peculiar y frecuente matrimonio entre anomia y religiosidad?
Hoy nadie reza ante esa pintura y los transeúntes ni voltean a mirarla. La pared está ahí y tiene algunas grietas que atraviesan significativamente del rostro del nazareno. Me digo: ¿qué no habrán visto esos ojos cuando ésta era la calle del miedo? Pienso: probablemente también hubo personas que en algún momento de sus difíciles vidas encontraron alivio y esperanza en esa imagen, en la oración por el hijo, el sobrino o el hermano en desgracia, o el sencillo pedido al divino de mejores condiciones de vida. Alivio y oración que calman el espíritu desdichado.

Pero, ¿y eso es algo deseable? En fin, ese ya es otro asunto.

lunes, agosto 03, 2009

Recursos humanos

La presión de ser el mejor cuando no te da la gana de serlo y la amenaza del paro sin amparo pendiendo como una espada sobre la cabeza. He ahí el empleo: del tiempo, de la furia, de la bilis, de la lágrima, de lo que sea. No importa, todo sirve para servir, todo va para la máquina moledora de carne y hueso.
Sólo me redimirán la fuga y el amor: el delicado reino de cada noche en tus brazos calientes.

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