Miseria identitarista

 La señora Segato comenta el uso corriente de la palabra "cipayo" y concluye: "Necesitamos un insulto para las mujeres que se comportan como hombres". Y, claro, ahí llama la atención algunas cosas:

1) ¿"Necesitamos"? ¿El insulto es del orden de lo necesario o de lo posible? Para insultar para a otro ser bastaría la voluntad denigratoria y eso, al menos en esta señora, habría de sobra. Claro, también sirve una repertorio lexical suficientemente atractivo para que otros seres hablantes se animen a usar el insulto propuesto. Pero nada de eso es parte de una necesidad lógica.

2) El insulto como importante herramienta de interacción. es llamativo que lo plantee una académica, es decir, alguien que, se supone, está entrenada en la práctica de argumentar, escuchar contra-argumentos y elaborar respuestas racionales. Obviamente, la universidad no excluye la barra brava pero ésta es parte de su folklore y no debería ser lo principal.

3) "Comportarse como hombres" como condición suficiente para ser objeto del insulto. Claro, si en tu universo, el Mal tiene el rostro masculino, un hombre cualquiera es ontológicamente maligno, mientras que las mujeres "que se comportan como hombres" son algo así como ángeles que cayeron al Infierno. Queda pendiente saber si, en esta teología, es posible la redención para estas mujeres pero es obvio que para los hombres, no.

Luego le escuché otras cosas que son una muestra más de la decadencia académica en la ciencias sociales latinoamericanas y que, en parte, terminan favoreciendo la aparición de identitaristas recalcitrantes como el individuo que actualmente preside su país.