Sobre el aborto y la ley

Partamos del hecho capital de que toda discusión relacionada con el aborto y su vínculo con las leyes tiene que ver con el poder de vida y muerte del estado sobre los humanos que tiene bajo su jurisdicción. Dejando de lado tanto argumentaciones metafísicas como las posmodernas, habremos de darnos cuenta de que, al fin y al cabo, de lo que se trata es de responder la pregunta: ¿qué vidas son sacrificables? ¿la del embrión, con su hoy y su mañana posible? ¿la de la mujer, con toda su historia y sus anhelos?
Típica situación en la que cualquier respuesta es éticamente problemática, como cuando se decide entre lo malo y lo peor. Pero, en estos casos, ¿dónde está lo malo y dónde lo peor?
Desde la muerte de dios, los hombres pretendieron sustituirlo con sus comités de ética y sólo encontraron un silencio, aun mayor que el que padeció Job. El silencio que suscitan preguntas como las antes planteadas. Y es que, acaso, sólo pueda haber silencio cuando nos debemos tomar una decisión ante situaciones indecidibles.
Algo que comparten los pro y anti aborto es la premisa de que el estado debe evitar el sufrimiento de las personas por las decisiones que toman en sus vidas. Esto me recuerda una vieja máxima lacaniana: "sólo se siente culpable quien cedió en su deseo".

Ilustración: Dante en la selva oscura, antes de entrar al infierno (según G. Doré)