El hombre de la nube

If I disappeared you couldn´t feel your voice...

Había una vez un hombre llamado Miguel que fumaba muchos cigarrillos durante el día. Todos los días se despertaba fumando, se bañaba fumando, tomaba el desayuno fumando y así con todas las actividades que debía realizar durante la jornada.
Siempre andaba con una nube de humo alrededor de sí. Esta nube era tan espesa y cerrada que le impedía, por ejemplo, ver la hermosa luz del sol u oler la fragancia de las flores. Pero eso no era lo más grave. Cada persona que intentaba hablar con Miguel entraba en su nube y lo llamaba:
- Miguel, ¿estás ahí?
- Sí. Aquí estoy.
- ¿Dónde? No te veo.
- Aquí, aquí.
Las personas se perdían en la nube, salían de ella y se quedaban sin hablar con Miguel. Así, poco a poco, las personas se fueron desanimando de entablar conversación con él. “¿Para qué? - decían - si nunca se le encuentra”.
Se dice que aun hoy sigue fumando, solitario.

domingo en la noche

el plato solitario
limpio

siete colores
no dejaron
su rastro
o sabor

muerta noche
cuando estalla una flor en siete colores
pero nadie cree que el arco se tense

Prometeo
el respeto
está en las vísceras

El amor como procedimiento de verdad

El silenciamiento de las propias tendencias debe ser entendido con una traición contra uno mismo en tanto es una mancha oscura que se presenta como esperanza. Sin embargo, esto que se presenta como esperanza es falso y obtura la posibilidad de entrever la esperanza que es producida por algún procedimiento de verdad, como el amor. En ese preciso sentido es posible hablar de falsas y verdaderas esperanzas. No como la correspondencia o no con un determinado estado positivo del ser, sino como el develamiento de las aporías y el advenimiento del sujeto, más propiamente como acontecimiento. Es por eso que la posición subjetiva del realismo es la de la falsa esperanza, la de esperar el momento oportuno para hacer las cosas (las malhadadas condiciones objetivas). En cambio, la utopía que nace del amor reconfigura las coordenadas de la experiencia del mundo, es producida por la verdad inherente al amor, transformando el pasado y abriendo la oportunidad para la liberación y flujo del deseo. Por lo tanto, amar es un acto político.